
Posteriormente, en 2006 la Consellería de Sanitat de la Comunitat Valenciana lanza el Programa de Salud de la Mujer mayor de 40 años que contempla la realización de los exámenes de salud del Adulto, actividades relacionadas con los problemas propios de la mujer de esta edad y con la oferta de actividades de educación para la salud en grupo.
También hay Sociedades científicas, Asociaciones de pacientes y proliferación de Unidades de Menopausia dispuestas a dedicar su atención a las mujeres.
La pregunta es ¿por qué debe haber programas de salud para la atención a la mujer madura? Inicialmente, se gestó pensando en las peculiaridades propias de género a nivel anatomofisiológico y psicosocial. Y, ¿por qué en la edad de climaterio? Pues por la consideración de que la edad y no solo el género determinan la asignación de roles tales como educadora de la prole, atención a la familia, higiene doméstica, desarrollo de estilos de vida saludables en la familia, cuidadora de ancianos y personas dependientes. Todo ello convierte a la mujer en un importante agente social de salud que justificaría la intervención educativa sobre ellas.
Además concurren las circunstancias de que esta asignación de rol conlleva una carga física y mental, dificultad de acceso al mundo laboral, a los órganos de gestión y de participación social, una limitación al propio desarrollo, dependencia económica, rutinas, aislamiento, merma de calidad de vida y de autoestima, discriminación laboral, estrés, la llamada doble jornada-doble presencia, que lleva al techo de cristal y a una sobrecarga invisible.
Todo ello tiene implicaciones para la salud, puesto que condiciona malestar emocional con manifestaciones somáticas, de ansiedad, angustia y ánimo deprimido. Y, por tanto mayor frecuentación a las consultas médicas que los hombres, así como mayor consumo de analgésicos, antiácidos, psicofármacos, antirresortivos. Son “mujeres agobiadas” con la somatización como única expresión de su conflicto. Buscan apoyo y soluciones frecuentando la visita médica, convirtiéndolas en pacientes vulnerables y en riesgo de sufrir medicalización de síntomas de malestar emocional, atribuibles a circunstancias psicosociales.
A las edades entre 50 y 65 años (según estudio realizado por el grupo de la mujer de Svmfyc) las mujeres pasan de preocuparse por la anticoncepción, la sexualidad, los embarazos, el trabajo, los hijos, la economomía, a hacerlo por su salud física y mental, el nido vacío, algunas tienen síndrome de la abuela esclava. Están receptivas a aceptar chequeos e intervenciones en una etapa vital y un momento social en el que hay una “epidemia de no enfermedades”.
Ser mujer, pues, es un factor de riesgo para ser víctimas de la medicalización de sus vidas y de tener problemas derivados de tratamientos innecesarios e inadecuados. La autopercepción de enfermedad condiciona mayor dependencia, así como más consumo de recursos sanitarios y farmacológicos para conseguir bienestar. Se dispone de avances tecnológicos accesibles, al servicio de la difusión de una cultura de consumo de revisiones médicas poco fundamentadas y una práctica médica defensiva ante exploraciones preventivas. Existe un culto al cuerpo y un mercado lucrativo de la salud de la mujer que es aprovechado por la industria farmacéutica.
La menopausia, el cese de la regla o menstruación, es un proceso fisiológico, una etapa vital de todas la mujeres que, tal vez se ha medicalizado por las connotaciones mágico religiosas y socioculturales que han rodeado el significado de la menstruación a lo largo de la historia y en las distintas culturas, que van desde la devaluación porque la mujer deja de ser fértil, hasta la concepción de que se liberan de estigmas y maleficios purificándose, aunque al no poder eliminar cada mes los malos humores hacen a la mujer vulnerable a enfermedades.
Así que, en los programas de atención a la mujer menopáusica se pasan test, se hacen analíticas, densitometrías, mamografías, y todo tipo de exploraciones complementarias que detectan enfermedades que etiquetan a las mujeres para vivir su madurez con problemas como osteoporosis, depresión, ansiedad, sofocos, alteraciones sexuales, vaginitis atrófica.
De modo que, los programas que surgieron para mejorar los estilos y calidad de vida de las mujeres en edad de climaterio y menopausia, para informarlas y educarlas como agentes sociales de salud y llevar una vida feliz, autónoma y solidaria, se han convertido en una fuente de diagnósticos innecesarios o inexactos, sobrediagnósticos y sobreutilización de servicios, dependencia de servicios sanitarios y de medicalización de sus vidas.
Numerosos y flagrantes ejemplos tenemos de ello, como el intento de psiquiatrización de la menopausia como una enfermedad mental que determinó la comercialización y prescripción durante años de un neuroléptico (veralapride, Agrealr), también indicado para los sofocos. Se retiró del mercado por efectos adversos graves, que motivaron incluso la creación de una asociación de mujeres damnificadas por este fármaco.
O el tratamiento de unas disfunciones sexuales, diagnosticadas extrapolando criterios y modelos masculinos, con parches de andrógenos, cuyo uso indiscriminado causó casos de satirismo y androgenización en las mujeres que los usaron.
También, la medicalización de la pérdida de masa ósea con fármacos de dudosas eficacia y con efectos adversos graves como bifosfonatos, ranelato de estroncio… que merecen mención a parte.
Desde 1994 y durante varios años se recomendó por grupos de expertos, a través de documentos de consenso, de forma generalizada la terapia hormonal sustitutiva (THS) en las mujeres perimenopáusicas o menopáusicas para prevenir los efectos secundarios de hipoestrogenismo, la osteoporosis, la sequedad vaginal, la flaccidez de la piel, los sofocos, el riesgo cardiovascular. Se estima que un 38% de mujeres americanas llevaban esta terapia, especialmente las mujeres con mayor nivel sociocultural y económico. Era la panacea, el elixir de la juventud en una sociedad empeñada en exalzar el culto al cuerpo y a “la mujer 10”. Y, en 2002, a partir de tener que interrumpir una parte del ECA WHI por aumento significativo de cáncer de mama y de riesgo cardiovascular, se documentó un incremento de mortalidad por cáncer de mama, infarto de miocardio, o tromboembolismo pulmonar, motivo por el que se desaconsejó su uso para esta indicación, y en la práctica el fin del uso indiscriminado del THS.
Pero la mujer no podía quedarse sin este elixir y surgieron los fitoestrógenos, obtenidos de plantas comestibles (isoflavonas, soja, glycine max, trébol rojo, genisteina, claidzeína, gliciteina, lignanos, cumestranos, cinéfuga, aceite de onagra) con efecto estrogénico débil, comercializados como especialidad farmacéutica publicitaria no financiada o como productos dietéticos. El consumo se trasladó de la THS a estos productos de resultados controvertidos y con muy poca evidencia científica.
Posteriormente se probó con la gabapentina, sin éxito.

Es anecdótico que la marca que lo comercializa utiliza la imagen de una lámpara mágica, que por los resultados parece que no es tan mágica.
Mejorar la salud física y mental de las mujeres peri y menopaúsicas no parece que dependa de soluciones mágicas farmacológicas ni de los los médicos ni los servicios sanitarios, sino de normalizar el periodo de la menopausia como una etapa vital de todas las mujeres e implementar medidas legislativas, jurídicas y recursos socioeconómicos que garanticen el desarrollo de una vida saludable en condiciones de dignidad, igualdad y equidad. Además de racionalizar las revisiones e intervenciones sanitarias y evitar el acoso terapéutico prescribiendo fármacos innecesarios o con una relación riesgo/beneficio negativos
Addendum:
“La edad me está re-creando
Un rostro desconocido empieza a aparecer
sobre mi rostro.
Cada día, en vez de la semblanza
A la que estoy habituada,
Otra mujer se asoma en el espejo
Y me mira desde una madurez
Que aún no reconozco
Como mía”
(Gioconda Belli)
Las indicaciones para tratar la menopausia son muy pocas, o casi ninguna .Sobre todo porque hay que empezar a dejar de hablar de la menopausia y atender a los síntomas y problemas de las personas como tales. En el caso del varón no existe la andropausia y por tanto no nos empeñamos en tratarla, al margen de que se puedan tener problemas prostáticos, sexuales o de otra índole que se presentan con más frecuencia a medida que se van cumpliendo años.Volviendo a las mujeres, en caso de duda, y si se tienen unos sofocos intolerables y limitantes, antes de prescribir nada es conveniente consultar la ficha técnica de cualquier preparado hormonal sutitutivo en la base de datos CIMA de la Agencia Española del Medciamentos y Productos Sanitarios: http://www.aemps.gob.es/cima/fichasTecnicas.do?metodo=detalleForm
Hola muy buen articuloMe gustaria saber si es recomendable la terapia hormonal para tratar la menopausia menopausia