La prudencia en la elección de un medicamento consiste en preferir entre aquellos más contrastados, cuyos posibles efectos nocivos se pueden considerar aceptables, si los comparamos con la eficacia que demuestran en unas condiciones de uso concretas.
Definir los objetivos de los tratamientos, para después revisar esos tratamientos en función de esos objetivos, ayuda a evitar numerosos medicamentos inútilmente peligrosos.
En su artículo “Para tratar mejor: medicamentos a evitar”[i]la revista Prescrire recoge y comenta aquellos medicamentos actualmente comercializados que, a la luz de los análisis que el propio medio ha publicado sobre ellos entre 2010 y 2012, pueden considerarse más peligrosos que útiles, por presentar un balance riesgo-beneficio desfavorable, pese a lo cual siguen autorizados y comercializados a principios de 2013.
Prescrire, financiada exclusivamente mediante suscripciones, señala como origen del problema las actuaciones poco decididas de las autoridades sanitarias, que no cumplen su misión de protección de los pacientes, al autorizar o mantener en el mercado estos medicamentos más peligrosos que útiles, a pesar de las alarmas manifiestas que los señalan como tales.
Cada año numerosos medicamentos nuevos son autorizados, a menudo sin que muestren avance alguno respecto a los medicamentos de referencia. En ocasiones son incluso menos eficaces y más nocivos que los ya existentes.
Otros medicamentos más antiguos ven estrellarse contra los resultados de su evaluación, las expectativas de eficacia que despertaron en algún momento. O bien sus efectos indeseables resultan ser más relevantes de lo que se pensaba.
Unos y otros son autorizados, se mantienen en el mercado y por diferentes motivos acaban siendo utilizados. En buena medida porque los datos en contra de estos medicamentos y las alertas sobre su uso son poco audibles y arrastradas por una promoción masiva. Los profesionales de primera línea que quieren actuar en beneficio del paciente, se encuentran con dificultades, incluso a contracorriente de la opinión de numerosos especialistas, de las autorizaciones de comercialización y de las decisiones de financiación de estos medicamentos por los servicios de salud.
El listado de estos productos incluye:
- Medicamentos activos, pero que exponen a riesgos desproporcionados en relación con los beneficios que aportan.
- Medicamentos antiguos cuya utilización está superada, ya que existen otros cuyo balance de beneficios y riesgos es más favorable.
- Medicamentos de reciente comercialización cuyo balance de beneficios riesgos se muestra menos favorables que medicamentos más antiguos.
- Medicamentos cuya eficacia más allá del efecto placebo no se ha probado y que exponen a riesgos desproporcionados.
- Asociaciones a dosis fijas que reúnen la exposición a los efectos indeseables y a las interacciones de los medicamentos que las componen, sin aportar un aumento notable de eficacia.
La finalidad del artículo es promover una retirada del mercado de estos medicamentos, como decisión saludable por parte de las autoridades sanitarias y ayudar a profesionales y pacientes a prepararse ante esta retirada, justificada por los datos de su evaluación. Cuando existe una mejor opción disponible que los medicamentos señalados en el artículo, es descrita brevemente. En determinadas situaciones, la mejor de las elecciones no es un medicamento.
Entre tanto, pacientes y sanitarios deben esforzarse en revisar los tratamientos en curso, excluir de ellos los medicamentos más peligrosos que útiles y preferir los tratamientos más contrastados. Y eso sin esperar a que las autoridades decidan finalmente su retirada en base a los datos de evaluación.
Éste es el resumen gráfico del artículo.